Acabo de abrir un blog. Es algo que no termino de creerme. La mayoría de las personas a las que se lo conté antes de ponerlo en marcha, además de brindarme todo su apoyo, por supuesto (que para algo son las mejores amigas y pareja que se puedan desear) me preguntaban, y con razón, qué porqué quería abrir un blog… qué cuál era la razón que me impulsaba a perder mi escaso tiempo en algo así. Y la verdad, es que todas las veces que me lo han preguntado, no he sido capaz de encontrar una razón coherente que dar.
Así los días se sucedían y no encontraba una razón afirmativa para hacerlo, pero tampoco nada que pudiera impedírmelo. Esa idea, la de formar parte de la red, me seducía. Es obvio que cuento con que tengo más posibilidades de fracasar que de ganar. Cuento con que es posible, que lo que escribo, lo que pienso, mi forma de ver la realidad que nos rodea, no le interesen a mucha gente. Pero me da igual. Porque la vida es para los valientes. Para aquellas personas que tienen una idea, una idea quizás brillante, quizás no tanto, pero que no temen llevarla a cabo…emprendedores, creo que se les llama. Y yo quiero ser uno de ellos.
Pero eso no ha impedido que las dudas me hayan acosado, hasta el punto de no dejarme casi dormir. ¿Pero quién soy yo, para darle consejos a la gente? ¿Qué tengo yo, que me haga especial, digna de que otras personas pierdan su tiempo leyendo las cosas que escribo? Una amiga mía, me contestó a ambas preguntas. Y me convenció. Me dijo que no se trataba de gustar a todo el mundo, que se trataba solamente de expresar mi opinión, de hablar de las cosas que a mí me gustaban, que a mí me interesaban, con la esperanza de que alguna otra persona encontrara útiles mis experiencias… ¿Qué no? La red es libre, los sitios web se suceden y no es necesario leer algo o alguien que no te guste, que no te aporte nada.
Creo que he empezado a hacer un blog por ambición, pura y sencilla ambición. Me gusta escribir, más que casi nada en este mundo. He decidido estudiar medicina, y aunque me queda cada día menos para ser una doctora de verdad, y no sentirme disfrazada cada vez que me paseo con la bata blanca por el hospital, en el fondo, eso no ha impedido que siempre vuelva a escribir. Cuando era pequeña, escribía relatos breves, y mi padre que es librero y conoce a una gran cantidad de escritores y editores, le dejaba leer mis relatos de niña de 11 años a una gran escritora de cuentos infantiles llamada Carmen Vázquez Vigo (también conocida por ser la madre de Verónica Forqué) que me aconsejaba, que estaban muy bien mis relatos de fantasía y aventuras en reinos lejanos, pero que la literatura, casi siempre era mejor si se basaba en la vida real, en las cosas que conocemos, en las experiencias con las que somos capaces de identificarnos. En aquel momento no fui capaz de entenderla, ahora si lo hago. Y eso llevo haciendo desde hace un tiempo. Escribir casi por necesidad, cada vez que en mi vida o en la de mis amigos ocurre algo digno de mención, algo digno de contar. Y hasta ahora, he estado publicando todo lo que escribía en una conocida red social, en el Tuenti, pero ahora quiero más. Y es esa avaricia, esa ambición, la que me motiva a abrir un blog. Quiero ser leída. Quiero que mis palabras, que el romance que mantengo con ellas llegue tan lejos como se pueda. Y por eso empiezo esta aventura, plenamente ilusionada y plenamente agradecida a todos sin los cuales, no podría haberla llevado a cabo.
Lo que escriba a partir de ahora, cada semana, cada vez que pueda, no son sólo mis experiencias, si no la de todas las personas que me rodean, cada conversación, cada tema reflexivo tratado mientras me tomo un café con cual o tal persona, cada salida nocturna…todo puede terminar convirtiéndose en un tema de mi blog.
Y si… sale mal... Lo aceptaré. La mayoría de las personas no aceptamos la crítica como parte de la vida misma. Es cierto que convivimos con ella, la hacemos partícipe de nuestras conversaciones, nos sirve para referirnos a tal o cual persona que nos cae mal, a tal o cual clase impartida por un profesor inepto…pero eso no quiere decir que la aceptemos.
Nos creemos perfectos o por lo menos nos creemos portadores de la razón el 99.9% de las ocasiones. Preferimos no oír de boca de los demás las cosas que hemos hecho o que estamos haciendo mal.
Pero es importante aprender a aceptarnos a nosotros mismos como parte de una crítica.
No siempre hacemos las cosas bien. Las decisiones que tomamos, asumámoslo, no siempre son las correctas. Pero no ocurre nada, estamos en el mundo para errar, para caernos y levantarnos, para equivocarnos y volvernos a equivocar, a veces las propias equivocaciones son una delicia en sí mismas.
No debemos condenar a la persona que nos hace la crítica, al menos, si ésta no tiene como única intención herir. De modo, que voy a aprender de mis errores y si estoy cometiendo alguno, agradecería que me lo hicierais saber, porque pienso aceptar la crítica como un precio más que razonable para poder escribir este blog.
A veces la crítica molesta tanto porque hiere nuestra más que frágil autoestima. Y lo entiendo. Somos una de las generaciones más preparadas, con más medios a nuestro alcance y sin embargo, somos una de las generaciones más inseguras.
La inseguridad forma parte de nosotros mismos, y está más que justificada en ciertas situaciones pero no lo está en otras, y desde luego no en todas.
Mi madre que también es una de las grandes observadoras de la vida, se dio cuenta hace ya mucho, que cuando salimos de compras o damos una vuelta por las grandes arterias de la capital, las mujeres jóvenes, nos miramos las unas a las otras con absoluto descaro y como parte de un ritual que tenemos como propio y que hacemos de forma automática. ¿Por qué nos miramos así? ¿Qué buscamos? ¿Aprobación con la mirada? ¿Ideas? ¿Ver si formamos parte de una determinada tribu urbana? ¿O quizás comprobar que hemos elegido la ropa adecuada al vestirnos esta mañana? La tiranía del aspecto físico impecable, del éxito, de las medidas imposibles, de las “Mujeres Perfectas” se ha impuesto demasiado rápido. Y cuando una de ellas no encaja, no se parece al patrón establecido, inevitablemente se siente mal. Y no debería estar permitido. ¿Qué importa como seamos? ¿O con qué nos guste vestir? Somos especiales, y lo somos por nosotros mismos y no por lo que piensen los demás.
De modo, que he empezado a escribir este blog, que espero que os entretenga, que os divierta o que al menos os ayude a estar a la última en cuanto a restaurantes, exposiciones, películas o tiendas que visitar. Poco a poco iré actualizando el blog e informando de todas las cosas prometidas. Os ruego paciencia y clemencia. No aspiro al éxito absoluto pero tampoco al fracaso más rotundo. Lo que ocurra a partir de ahora, esta sólo escrito en el destino…y en él suelo creer bastante.
Feliz Semana. Ruth.
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Me parece un gran blog y estoy con la plena certeza de que llegarás lejos si sigues escribiendo así, no cambies nunca esa forma de expresarte y gracias por tus palabras, hay a mucha gente que palabras como las que salen de ti nos ayudan enormemente. Gracias de corazón.
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