Sin tetas no hay paraíso. Al menos, eso es lo que ha debido de pensar la periodista Sara Carbonero, al decidir pasar por quirófano para aumentarse el pecho. Que pena.
No estoy criticando la cirugía plástica, quiero que eso quede claro desde el principio. Lo que quiero criticar, es nuestro modelo de vida. Sinceramente, aumentarse el pecho, como tal, como acto, me parece fenomenal y desde luego nada criticable. Las mujeres que siempre han gozado de generosos escotes, jamás entenderían el complejo de quien sencillamente y por decisión injusta de la madre naturaleza, no ha disfrutado de ellas…y del efecto que causan, por otra parte, en el género masculino. Pero sin embargo, y en este caso en particular, me da pena.
Nunca he entendido el fenómeno Sara Carbonero, y Dios sabe que lo he intentado. Este verano, en cada revista que ojeaba tirada en la piscina, ahí estaba ella. Preguntaba a mi novio y a sus amigos sobre la opinión que les despertaba la periodista, y sus expresiones no eran aptas para dejarlas por escrito. Y yo lo intentaba de nuevo, ojeaba otra revista, esta vez, de moda, y buscaba su magnetismo, esa característica que la hacía superior al resto de las mujeres.
Pero nada, sólo conseguía admitir que era una mujer bella, si, bellísima, de unos formidables y enigmáticos ojos que contrastaban con su tono de piel oscuro. Pronto llegaron sus robados en bikini, esplendida figura, desde luego, nada que objetar. Y ante tanto despliegue informativo, no quedaba más remedio que admitir, que era guapa, guapa a rabiar.