martes, 2 de noviembre de 2010

La Mentira

Hoy voy a hacer algo que nunca creí que haría. Voy a escribir para defender la mentira. Y voy a hacerlo mientras escucho a Rihana y a Eminen proclamar que adoran la manera en la que se mienten mutuamente. Mi nivel de ingles, no me permite llegar a comprender por qué se están mintiendo tanto y desde luego, porque lo prefieren o adoran, pero lo que está claro, es que la canción me parece una de las mejores, que he escuchado desde hace muchísimo tiempo, y es la segunda vez , que al escucharla siento la necesidad de dejar lo mucho o poco que este haciendo en ese momento, para ponerme a escribir. Porque la canción y yo necesitábamos desahogarnos, o al menos hacerlo juntas. Así, mientras Rihana proclama a los cuatro vientos que adora la manera en la que él la miente, yo voy a intentar exponer porque voy a defender la mentira.

La mejor y mas válida razón, es que todos mentimos. Todos aborrecemos la idea de mentir, la idea de proclamar algo que es falso, de ponernos a defender los falsos ideales, pero ¿Hasta que punto la mentira, no es necesaria en el mundo que hemos creado? ¿Hasta que punto, no nos mentimos a nosotros mismos y a los demás? No quiero haceros entender que sólo se mentir o que me paso la vida haciéndolo, es más, creo que no lo hago lo suficiente. Pero creo, que la mentira puede prevenir muchas heridas y en esos casos, creo que si está justificado mentir.


Ejemplos de ello hay millones, hace mucho una querida amiga mía me contó un debate que habían mantenido en su academia de inglés. La situación era la siguiente: ¿Qué ocurre cuando hemos pasado horas y horas arreglándonos para salir? ¿Es justo que nuestro novio o novia critique nuestro estilismo? ¿Qué no valore la ilusión, el tiempo (y el maquillaje y las horas de plancha achicharrándonos el pelo…) que nos ha llevado el estilismo elegido? El debate consistía en averiguar, cuanto de importante era la sinceridad en esa situación. Y tengo entendido que ganó por goleada la mentira. Es así de simple, si no nos gusta como ha combinado nuestro novio, los pantalones con su jersey, si no nos gusta que nunca use vaqueros o que siempre lleve deportivas, la respuesta es sencilla, cuando venga a recogernos a la puerta de nuestra casa, de nuestra facultad…sólo sonreiremos y diremos…¡pero que guapo estás hoy! Y lo haremos así, por que esperamos lo mismo de ellos, esperamos que el día que hallamos elegido una blusa que no les haga demasiada gracia, unas medidas tupidas (Sí, de las que “Ellos” llaman estúpidas…) en vez de unas medias transparentes y una diminuta minifalda, hasta esos días, nosotras querremos oír también el recurrente “Estas preciosa” y no ningún tipo, ni de verdad ni de crítica.
Seguro que aunque nadie se atreva a decirlo en alto, casi todos y todas, estáis de acuerdo conmigo. ¿Qué porqué? Porque las opiniones de los demás, especialmente la de la persona a la que amamos, nos condiciona y lo hace de una manera realmente importante. Aunque nos creamos guays e independientes, las opiniones de los demás nos importan. Y la crítica a ese modelo elegido a la hora de salir, solo conseguirá que el resto de la tarde o noche y aunque, sólo sea en el momento de ir al tocador y echar un vistazo, al reflejo que nos saluda desde el espejo, estemos planteándonos si realmente estamos lo suficientemente guapos y guapas, y a la altura de las circunstancias…bendita autoestima... ¿Quién decidiría inventarla?

Y como esas, se me ocurren cientos de momentos y situaciones donde una mentira, a la que podemos por ejemplo, darle el carácter de piadosa, hubiera prevenido grandes catástrofes emocionales.

¿Más ejemplos? Por supuesto. He cogido la gripe. Una gripe de dimensiones descomunales. Titánicas diría yo por la duración del mismo, y el numero de toses y kleenex que estoy utilizando. Mi dichosa gripe, me servirá para ilustrar varias situaciones clave en las que la mentira, puede sacarnos de grandes aprietos.

Primera situación, mis padres que han pasando este fin de semana en el pueblo, me preguntaban cada día vía telefónica, como me estaba afectando esta gripe descomunal. La verdad es que me encontraba realmente mal, pero… Si ya me sentía yo mal ¿Para qué hacer sentir mal a mis seres queridos también? ¿Cuál sería su finalidad? Ninguna. De modo que cada vez que me preguntaban, terminaba por contestar que me encontraba cada día mejor, que evolucionaba. Y evoluciona bien. Mentira. Mentira cochina, pero… ¿No ha sido mejor así? Así mis padres han podido disfrutar de su fin de semana, sin pensar que tenían una hija a punto de morir sepultada por la mucosidad.

Segunda situación, he contagiado a mi novio de esta gripe titánica y descomunal. Y ahora me siento mal. Me siento mal, porqué era yo la que insistía en que me diera un abrazo más, un beso más y así a lo tonto, estaba el pobre, cada vez mas cerca de acabar lleno de virus hasta las orejas, tal y como es su situación actual. ¿Y ahora qué? Agradezco que me maldiga en silencio…que reniegue de los abrazos contagiosos y de los besos envenenados en silencio, porqué aunque yo sepa que soy culpable 100% de su contagio, de su falta de sueño y de su gasto desproporcionado de pañuelos de celulosa, agradezco enormemente su caballerosidad y sus frecuentes “No te preocupes” y “Ya me encuentro mejor”. ¿Por qué si ya se ha contagiado, de que serviría ser sincero y hacerme sentir peor? La mentira es sin duda, la mejor diplomática, la que tiene el mayor y mejor master en relaciones sociales.

Del mismo modo, al igual que por mi catarro, mis padres han estado preguntándome desde el pueblo, si como y si ceno bien, y cómo sinceramente, si por mi fuera utilizaría la cocina como vestidor, dejando únicamente un estante para poder guardar: la leche, las galletas y la tableta de chocolate, pues terminó por decirles que si… aunque cada día haga unas comidas y unas cenas mas desordenadas. Pero ellos se quedan mas tranquilos, y yo también. ¿Entonces…es preferible o no mentir? De todas maneras, podría hacer un artículo entero, sobre todas las mentiras que reciben nuestros padres de nosotros, hijos e hijas “absolutamente devotos”…

Y que decir, de las mentiras referentes a personas ajenas, amigos, amigas, novios de amigos o amigas…si algo he aprendido, a lo largo de mis vivencias en el complicado mundo del amor, es que es ciego e irracional, y tu puedes saber que tu novia es una caprichosa, que a veces parece que tiene tres años, que a tu novio no le caracteriza precisamente el sentido de la prudencia o que con tu pareja ya has roto tantas veces, que ya nadie le considera el novio ideal para ti. ¿Y eso que importa? Nadie pretende (ni quiere) que seamos sinceros.

Lo único real, es que ellos quieren poder desahogarse con sus amigos tomando unas copas, llegando a beberse inclusive la mismísima agua de los charcos, mientras el amigo aquejado de mal de amores, se queja amargamente de ser un desgraciado y de haberse enamorado de las mas fresca de las mujeres. Pero eso sí, fresca porque la llama él así, ojito al amigo que se le ocurra decir, que la novia oficial es una tal o una cual. Y bueno… con respecto a las ex, la veda esta mas abierta, pero de las actuales, no importa la opinión que te despierten, es mejor que optes por el silencio. El amor, como dije antes, es irracional y hay palabras y opiniones, que jamás podrá borrar el tiempo.

Y lo mismo ocurre con las mujeres, queremos llorar a nuestras mejores amigas por teléfono o de manera presencial, saturarlas hasta el punto de tener que recurrir al ibuprofeno, pero eso sí, tu labor como amiga es estar atenta al día, porque claro, hay días en que tendrás que apoyarla, ejemplo: “Tienes razón, Fulanita, tu novio Menganito, no se ha portado precisamente bien hoy, peeeeeeeeeeero…(y hay entra tu punto importante como amiga y no como titular de ese novio) tampoco es tan malo, no? ¡Pero si te quiere un montón, bobita!”
La regla más importante de las amigas que escuchan, los avatares de sus amigas con pareja, es que tú nunca, puedes o debes decir que te parece un imbécil, un impresentable o el peor novio que pudiera encontrar tu amiga.
No debes decir nada y si ayudar, porque debes recordar que algún día, puedes estar en la misma situación y como la gente que ama no es capaz de razonar, es mejor mentir, porque puede que algún día tu necesites que te mientan a ti.

Y como estos ejemplos miles de millones más, ¿Qué ocurre si te entran dudas con respecto a dar el paso siguiente con tu pareja? ¿Con respecto a mudarte a vivir con tu novio? ¿Con respecto a dejar de ser tan rígida y darle de una vez una oportunidad a ese chico que te gusta un poco? ¿Qué ocurre si estas con una persona y resulta que te descubres buscando a otras? ¿Qué ocurre si te cae fatal el novio de tu amiga íntima? ¿Qué ocurre si te cae mal algún amigo de amigo? ¿Qué ocurre entonces? ¿Debemos ser sinceros siempre? No lo creo. A veces no podemos ni debemos, expresar siempre con claridad lo que pensamos, vivimos en una sociedad donde mentir esta a la altura de decir la verdad. No hay bien ni mal. Los límites se mezclan con imprecisión. Y sólo resta ya desearte suerte, para que sepas encontrar el equilibrio entre la sinceridad y el deber.

Una vez mas… mil disculpas por la extensión de mis artículos…no consigo reducir su extensión, pero prometo aplicarme para la próxima…

Feliz Semana. Ruth.


1 comentario:

  1. Cuando dices el equilibrio entre la sinceridad y el deber, te refieres a la mentira como deber???? Sea como fuere, interesante visión de la mentira y la verdad, gracias por tus palabras!!!

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